En diferentes culturas de la antigüedad hay historias sobre los delfines, pero en Latinoamérica también tienen sus historias con ellos. En el río Amazonas que pasa por la selva colombiana vamos a encontrar a su habitante más característico denominado por los indígenas bote, mejor conocido como el delfín rosado. Este es el delfín de agua dulce más grande del mundo. Alcanza longitudes de hasta 2.80 m y pesos de 180 kg. Su color rosado está determinado genéticamente, pero su intensidad depende de la actividad física del animal.
De acuerdo con la leyenda, el delfín rosado fue un joven guerrero indígena. Pero uno de los dioses le envidió sus atributos masculinos y decidió transformarlo en delfín y con esto condenarlo a vivir en los ríos y lagos de la amazonia. Se dice que en junio, mes de fiestas, danzas, fuegos y música, cuando los indígenas celebran los natalicios de sus santos y los hombres están ocupados divirtiéndose, los delfines rosados salen del río para seducir a las mujeres jóvenes.
Los indígenas cuentan que esto ocurrió ya varias veces. El delfín rosado convertido en un hombre atractivo y un amante insaciable se acerca a la orilla. Está vestido de blanco y la cabeza la tiene cubierta por un sombrero de paja. Bajo el sombrero esconde la única característica que le quedó del delfín, el orificio en la cabeza por donde respira. Es por eso que cuando algún hombre de sombrero se presenta durante el mes de junio, los habitantes de la selva amazónica piden que se quite el sombrero para asegurarse de que no sea un delfín.
El atractivo delfín baila perfectamente y ninguna mujer puede huir ante sus encantos. Él escoge a la muchacha más bonita, le dice piropos, baila con ella y al final le propone un paseo al borde del río. Al día siguiente, la mujer no recuerda nada de lo que había pasado en la noche. Al tiempo se da cuenta de que está embarazada. Esta situación no provoca ninguna sensación entre los indígenas que saben que el único culpable es el delfín rosado y que la pobre e inocente mujer se dejó llevar por las bellas palabras y el físico atractivo. En la cuenca del Amazonas, los nativos son muy supersticiosos y llaman a los niños que nacen con espina bífida botos, como a los delfines y creen también que si le hacen daño a estos animales rosados, sus hijos nacerían con esta condición.
De acuerdo con la leyenda local, las mujeres jóvenes en los días de su menstruación y en las noches de luna llena que entren a las aguas del río Amazonas o anden por el río en una canoa, pueden contar con la visita del delfín que irá a embarazarlas. Por esta causa se les acredita a los delfines rosados la paternidad de todos los niños sin padre de la región. Hasta se han encontrado casos de niños registrados en las notarías como hijos del delfín.
Los delfines han llamado la atención de numerosas culturas. Quizás debido a ese anhelo del hombre por dominar un medio tan ajeno a él, como es el mar. Quizás, debido a las emociones que despierta el comportamiento de los delfines con relaciones sociales tan parecidas, en algunos casos, a la de los humanos, nos seduce a imaginarlos como seres emparentados con nosotros. Muchas culturas han incorporado leyendas que intentan justificar con su folclore las semejanzas tan marcadas que existen entre humanos y delfines.
Este es el caso de los Selknam, que han vivido en directo contacto con el mar y que tienen una leyenda sobre los hombres delfines. ¿Quiénes son los Selknam? Son o eran una tribu de sur de América, que vivían en Tierra de Fuego entre Argentina y Chile, habitando la isla Grande de Tierra de Fuego, con un contacto directo con el mar. Eran pescadores, recolectores capaces de sobrevivir a condiciones muy adversas con inviernos muy duros y recursos alimenticios muy reducidos. Los primeros intentos de establecer colonias por los españoles, para controlar el paso y el comercio por el estrecho de Magallanes, fueron un fracaso y atestiguan que las condiciones necesarias para vivir allí eran mucho más duras de lo esperado.
Al final del siglo XIX, los intereses económicos de los colonos y la llegada de numerosas enfermedades infecciosas acabaron con la mayoría de los integrantes de esta etnia, que junto con el mestizaje desplazaron o anularon la mayoría de las tradiciones y estilos de vida de estos pobladores. Hay documentos que confirman la existencia de persecuciones sangrientas a los indios por los colonos, que trataron a los indígenas tan cruelmente como se trataban a las alimañas en el pasado. Ya no queda ningún superviviente Selknam que haya conocido la vida nómada o el conocimiento nativo de su idioma y se espera que sus tradiciones desaparezcan en este siglo.
A continuación les presentamos una versión libre de esta leyenda. La leyenda de los hombres Selknam, los hombres delfín: “Desde esta atalaya puedes observar la inmensidad del mar, cómo las olas acarician el arenal de la bahía, el viento peina con delicadeza las dunas y el sol del atardecer baña de azahar el horizonte. -Abuela, es muy bonito- dijo la niña-. Me gusta que me hayas traído hasta aquí. Pero- ¿qué es aquello que se mueve allí adentro, junto aquellas rocas?- -¡Son delfines!, ¡nuestros antepasados!, ¡mira como saltan! – exclamó la anciana. -¿antepasados? – repitió sorprendida la muchacha. -¿no te he contado nunca esa historia? – dijo la abuela…
Hace mucho, mucho tiempo, nuestro antepasados vivieron en las proximidades de esta gran bahía, eran unos grandes pescadores y decían que eran capaces de bucear en busca de las hermosas perlas que existían en las profundidades del mar, otros se dedicaban más a la caza, como éramos nómadas íbamos cambiando cada cierto tiempo de lugar. Un día sucedió algo muy extraño, el cielo rugió, se oscureció y la tierra retumbó y se estremeció como nunca antes había ocurrido. Cada vez el rugido era más fuerte y la gente no sabía qué hacer, algunas familias decían que había que huir de allí hacia el interior, otros decían que había que adentrarse en el mar, mientras que otros pensaban que no era necesario hacer nada, que sólo era una tormenta y se pasaría en unas horas.
Algunos de ellos, como los de la familia de los Kréèn decidieron que lo mejor sería adentrarse en el mar, pero uno de ellos no sabía nadar y tenía mucho miedo. Él quería quedarse en tierra firme como harían otros muchos del poblado, pero sus familiares insistieron y casi le obligaron a sumergirse en el mar. A pesar de que no sabía nadar bien, entre todos le ayudaron una y otra vez, y poco a poco aprendió a mantenerse y manejarse bien entre las olas. Pero el rugido de la tormenta se hizo casi insoportable y de repente el mar se fue retirando y alejando de la bahía, al poco tiempo una inmensa ola blanca del tamaño de una montaña se alzó enfrente del poblado y en unos segundos engulló al poblado del mismo modo que un pez se come un pedazo de pan.
Los Kréèn pudieron verlo desde el mar y sintieron tanta tristeza que decidieron no volver nunca más a tierra firme, transformándose en delfines que ahora saltan todos juguetones entre las olas del mar. Viven en manadas para poder ayudarse entre ellos, y muchas veces si un buen pescador o navegante cae al mar, los delfines intentan ayudarlo, en recuerdo por no haber podido ayudar a sus antepasados”.
En la mitología chilota (pueblos del sur de Chile), se cuenta de un ser mitológico conocido como Cahuelche, originalmente un ser humano que mágicamente fue convertido en una tonina (especie de delfín típica de los mares cercanos a Chile). Sin embargo, Cahuelche tendría la posibilidad de ser más inteligente que otros animales de esta especie y emitiría un sonido mágicamente comprensible por los seres humanos. Estas características especiales y su añoranza por estar con las personas le convirtieron en el intermediarios entre Huenchur (personaje marino perteneciente a la mitología chilota encargada de controlar el clima) y los seres humanos.
Ciertas o no todas estas leyendas, lo que sí es real es el sinnúmero de historias relacionadas con estos mamíferos que reafirman su carácter amable y su sentido protector hacia los seres humanos a través de los tiempos.
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