Sobre la estructura social de los delfines, muchos investigadores coinciden en que estos cetáceos son criaturas muy sociales y dependientes de esta interacción, mientras cazan, cuando se reproducen y cuando se defienden a ellos mismos y a su manada.
Por lo general, los delfines viven y viajan en grupos de 2 a 40 delfines, pero hay investigaciones que han demostrado que pueden vivir en grupos con cientos de miembros. Estos grupos se conocen como los rebaños o las escuelas. En algunos casos, estos grupos grandes pueden incluir más de una especie, logrando interactuar bien juntas.
Las especies que se suelen asociar en estos grupos múltiples son los delfines tornillos y los delfines moteados. Como los hábitos alimenticios de estas dos especies son contrarios, son capaces de viajar juntos sin competir por los alimentos.
La mayoría de los expertos creen que las relaciones sociales formadas por los delfines son realmente de larga duración y se ha informado que cuando los delfines se encuentran con otras manadas o grupos, a menudo se involucran en una especie de ceremonia de saludo que sugiere la renovación de las viejas relaciones.
Mientras que los grandes grupos de delfines suelen tener una variada mezcla de sexo y edad, las manadas más pequeñas tienden a estar formadas por un solo adulto, un grupo de hembras y sus crías o un grupo de adultos y machos jóvenes.
Los machos son dominantes en todos los grupos, pero no hay evidencia de fuertes lazos sociales entre machos y hembras. No existe la monogamia. Un ejemplo común de interacción social y gran inteligencia es el juego constante que los delfines parecen disfrutar.
Los científicos informan que los delfines jóvenes y adultos frecuentemente se persiguen unos a otros y lanzan objetos, como las algas que van y vienen.
Los delfines suelen tener contacto físico cercano con otros de su especie a través de roces, caricias, e incluso golpes, suelen nadar muy cerca uno del otro, a menudo descansan las aletas en otro delfín.
Se cree que este comportamiento en realidad indica una estrecha amistad. También han sido vistos frotando las aletas pectorales como si fuera un apretón de manos.
Otra forma en que los científicos identifican las interacciones sociales entre los delfines es su comportamiento. Cuando están agresivos, tienden a acercarse a otro delfín a partir de una línea directa o perpendicular, en caso contrario por lo general se acerca por detrás o en ángulo oblicuo.
Los delfines se comunican con su manada y con los grandes grupos a través de silbidos. Muchos investigadores creen que cada individuo tiene un silbido único que lo identifica de los demás miembros de su unidad o grupo. Si un delfín se encuentra en peligro hace un silbido especial que indica la necesidad de ayuda. La manada por lo general responde con rapidez.
Mientras esperamos que los delfines se involucren socialmente sólo con su propia especie, el interés de estos mamíferos por interactuar con los seres humanos es evidente. Los delfines son muy curiosos en su medio natural y a menudo hacen contacto con los humanos, si la oportunidad surge.
En cautiverio, son muy apegados a las personas con las que interactúan como formadores o investigadores. La inteligencia desarrollada de los delfines, sus avanzadas capacidades de comunicación junto a su necesidad de interacción social, los convierte en un animal único en la naturaleza.
Cuántas veces el ser humano tiene que bajar de su pedestal como cúspide de la creación. Lo que creemos único y exclusivo a nuestra especie es a menudo compartido por otras también de gran capacidad cognitiva. Es lo que ha pasado con los grandes simios, capaces de bromear y engañar, entristecerse por la muerte de un amigo o mantener una cultura propia, lo que diferencia a un grupo de otro en el uso de las herramientas para, por ejemplo, conseguir comida.
Pues algo muy similar ocurre con otros animales también de gran inteligencia: los cetáceos . Una investigación llevada a cabo con datos sobre 90 especies diferentes de delfines, ballenas y marsopas ha relacionado el tamaño de sus cerebros con la complejidad de su comportamiento. Y ha encontrado que, en efecto, estos mamíferos marinos tienen rasgos de comportamiento social y cooperativo sofisticados, similares a muchos de los que presumimos las sociedades humanas.
Por ejemplo, viven en grupos cuyos miembros mantienen relaciones complejas y estrechas, hablan entre sí e incluso tienen dialectos regionales. La investigación, publicada en la revista Nature Ecology & Evolution, demuestra que estas características sociales y culturales están relacionadas con el tamaño del cerebro y la expansión cerebral, también conocida como encefalización.
La larga lista de similitudes conductuales incluye muchos rasgos compartidos con humanos y otros primates, como las relaciones complejas de alianza -trabajar juntos para beneficio mutuo-, o la transferencia social de técnicas de caza; es decir, enseñar a cazar y usar herramientas. Igualmente, destacan la caza cooperativa, las vocalizaciones complejas, incluidos los dialectos grupales regionales («hablan» entre ellos), la mímica vocal y los silbidos característicos para llamar a individuos específicos, como si se llamaran por su nombre.
Los científicos han estudiado a los delfines por años con el objetivo de descubrir sus formas de asociarse y de interactuar con otros individuos de su especie. En estos análisis se ha descubierto que a diferencia de las orcas o los babuinos, que viven en grupos estables, los delfines viven en las denominadas sociedades con dinámica «fisión-fusión», es decir, que los miembros vienen y van.
Sin embargo, son capaces de establecer fuertes vínculos sociales, lo que los lleva a cuidarse y a atender a los enfermos.
¿A caso los delfines se han humanizado? O ¿nosotros deberíamos “delfinizarnos”?